Volvía a casa distraída como siempre y un poco agotada después de un día afuera. El estaba en el suelo, doblado de dolor. Anónimo como muchos otros extranjeros que nos regalan los países vecinos.
El llevaba una campera de cuero a pesar del calor. Yo solo un jean y una musculosa.
Hice una pregunta estúpida, como tantas otras veces, pero esta vez sirvió para detectar una necesidad, un pedido de ayuda... una urgencia.
Busque un taxi y subimos junto con su hermano. El taxista entendió rápidamente lo que nos urgía y busco complacernos. Los semáforos estuvieron de nuestro lado al igual que el azar que quiso que nos encontráramos.
Llegamos al hospital. La angustia que sentía al ver el dolor en su rostro era la que me movilizaba. Reía para no llorar y lo acariciaba como si fuera mi novio. Claro esta que no lo era.
Sentía impotencia y rabia. La atención sé hacia rogar y el dolor era cada vez mas fuerte. Lagrimas caían de sus ojos. Mientras acariciaba su pelo, le susurraba al oído lo que iba sucediendo. Buscaba tranquilizarlo, ayudarlo, y hasta cumplir con un rol que no me correspondía.
Me veía en una película muda, esas en blanco y negro. Cualquiera al que le contara lo sucedido ese domingo lo tildaría de surreal.
Mi desesperación era tal que conseguí la atención de un enfermero y hasta el de una doctora. Entre enfermos y urgencias, fue atendido y operado. Ese dolor fue extirpado, su herida sanada. Su abdomen hoy registra esa marca.
Entre fiebre y suero me despedí de el, dejándole mi numero telefónico por cualquier cosa y una botella de agua que compré a las apuradas. Tal vez por la culpa que me generaba partir, pero el horario y saber que el deber me llamaría a la mañana siguiente, me forzaron a irme y dejarlo en el frío hospital y con la angustia en las manos.
Aun no sé que fue lo que me llevo a actuar así. Aun no se como el miedo que sentí al darme cuenta de la inconsciencia que cometía, no me paralizó.
El llevaba una campera de cuero a pesar del calor. Yo solo un jean y una musculosa.
Hice una pregunta estúpida, como tantas otras veces, pero esta vez sirvió para detectar una necesidad, un pedido de ayuda... una urgencia.
Busque un taxi y subimos junto con su hermano. El taxista entendió rápidamente lo que nos urgía y busco complacernos. Los semáforos estuvieron de nuestro lado al igual que el azar que quiso que nos encontráramos.
Llegamos al hospital. La angustia que sentía al ver el dolor en su rostro era la que me movilizaba. Reía para no llorar y lo acariciaba como si fuera mi novio. Claro esta que no lo era.
Sentía impotencia y rabia. La atención sé hacia rogar y el dolor era cada vez mas fuerte. Lagrimas caían de sus ojos. Mientras acariciaba su pelo, le susurraba al oído lo que iba sucediendo. Buscaba tranquilizarlo, ayudarlo, y hasta cumplir con un rol que no me correspondía.
Me veía en una película muda, esas en blanco y negro. Cualquiera al que le contara lo sucedido ese domingo lo tildaría de surreal.
Mi desesperación era tal que conseguí la atención de un enfermero y hasta el de una doctora. Entre enfermos y urgencias, fue atendido y operado. Ese dolor fue extirpado, su herida sanada. Su abdomen hoy registra esa marca.
Entre fiebre y suero me despedí de el, dejándole mi numero telefónico por cualquier cosa y una botella de agua que compré a las apuradas. Tal vez por la culpa que me generaba partir, pero el horario y saber que el deber me llamaría a la mañana siguiente, me forzaron a irme y dejarlo en el frío hospital y con la angustia en las manos.
Aun no sé que fue lo que me llevo a actuar así. Aun no se como el miedo que sentí al darme cuenta de la inconsciencia que cometía, no me paralizó.
Como otras historias, esta terminó bien. Yo me sentí ángel por unas horas. Él eternamente agradecido.
4 comentarios:
me parece ke tuvo suerte con su apendicitis... eres una buena persona...
gracias por pasar visita, seguro regresare tambien a tu blog, es muy lindo...
besos
La suerte no existe!, es una burda manifestación incrédula de los que tienen el "termino medio" grabado en sus frentes.
El homosexual de Napoleon elegía a sus generales por la suerte que manifestaban y así le fue!, aún hoy en día los rusos abonan sus campos con huesos franceses.
Antonio
Pd.: Si en verdad ocurrió lo que contas, te diré mujer, que vivís en una pompa de jabón sostenida por tensiones superficiales elaboradas por alguna clase de utopía divina!.....bien por vos! (particularmente soy un filisteo y miro la deferencia desde otro ángulo, el altruismo murrio en la época donde un minué era el ultimo Hit!)
la verdad k sos un alama caritativa... yo como mucho hubiera llamado al SAME y nada mas... si estaba solo hubiera sido distinto, creo yo.
lindo blog, pasare seguido :)
Sandra:
Gracias ...yo paso por el tuyo tambien.
Antonio:
Afostunadamente ocurrió tal y como lo cuento ...y hasta ahora esa suerte ha hecho que me cruce con buena gente! (sono muy cursi?)
Lulis:
Gracias por pasar! Hice lo que me salió en el momento ...camino al hospital, mentiria si te dijera que no me agarró miedo de que sacara un arma o algo así de la valija.
Besos,
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