martes, 29 de septiembre de 2015

Quiero algo sin medida (o a mi medida)

Anoche te dedicaron un capítulo. Hablaron de vos, tu mudanza, de algunas cosas graciosas que hizo tu papa y de tu alegría. Me gustó saberte contento por este paso. Se lo que lo deseabas y hasta recuerdo nuestras primeras charlas en las que me contabas que siempre soñaste “con formar una familia y tener tu casa”.

Hoy que logras esto yo recuerdo otra charla y me convenzo de que merezco mas. No me merezco - ni quiero - seguir conformándome con un mensaje de vez en cuando ni con lo bien que la pasamos cada vez que nos vemos.

Nunca me interesaron muchos los títulos, ni la imagen, ni el qué dirán. No sueño con casarme ni quiero estar de novia para tener a quien llevar a tal cena o cumpleaños.

El casamiento ideal, desde mi perspectiva claro, es un asado al mediodía. Nada de souvenirs, plato de sitio ni discusiones para decidir detalles inconducentes e innecesarios.

No me interesa la libreta roja ni el vestido blanco. Mucho menos saber que ahora lo tuyo es mío. No quiero ni espero que me hagas feliz, ni creo que el casamiento sea el punto de llegada o el inicio de “fueron felices y comieron perdices”.

Creo en el día a día y en encontrar la manera de encontrarnos, de cuidarnos. No me gusta esa mirada en el que al casarte pasas a ser “alguien” que está y estará “hasta que la muerte nos separe”.

Me voy a casar el día que sienta que encontré a esa persona que trata de que cada momento sea único, y que entienda que cada uno es libre de irse cuando quiera. Que estamos juntos porque eso deseamos y nos hace bien, no por obligación o deber.

Creí que pensabas igual que yo.

A pesar de eso, aun no estoy lista para eso y para dar algunos pasos prefiero tomarme mi tiempo: conocernos, seguir aclarando “malos entendidos”, escribirnos lo que queramos y cuando queramos, sin pensar que va a generar en el otro, sin pensar en los temores, sin pensar en nuestras historias, sin pensar en errores pasados. Sin pensar.

Permitiéndonos ser lo que somos – sin título o con el título que decidamos ponerle -, disfrutándonos sin pensar en el mañana, divirtiéndonos como hasta ahora y pasándola bien. Porque pensar en el mañana no hace más que arruinar las cosas, o no?

Anoche te dedicaron un capítulo. Yo hoy te dedico otro.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Mi mama es una conchuda

Y mi papa un pollerudo. En ese contexto me crié yo. En algún punto es relajante poder decirlo. Fuimos criados para adorar a nuestros padres pero llamarlos por su nombre o colocarle el adjetivo que mejor le cabe es como sacarme un peso de encima. Por supuesto que esto tiene su precio. No debemos criticar a nuestros padres, debemos estar agradecidos por todo lo que nos han dado. Y yo agregaría…y todo lo que nos han quitado también. Si si. Sí que es imposible venir al mundo sin padres, o por lo menos sin alguien que cubra ese rol, pero hoy necesito hacer catarsis de lo que siento y vuelvo a sentir cada vez que los veo o comparto con ellos. Sin ir más lejos, ayer mismo vinieron a mi casa y mi papa me dijo que deje de tratar mal a mi mama. Si, como lo leen. Como si fuéramos dos hermanas que se pelean o como si mi mama no fuera una adulta hecha y derecha de sesenta y pico de años que puede defenderse o dar su opinión. Si tuviera que nombrar las cosas que mas me molestan de ella creo que empezaría por su capacidad para cambiar de discurso, no ir de frente y victimizarse. Es de las cosas que más me violenta y más a menudo hace. Decirme que busca a mi hija por el cole el viernes para que se quede a dormir a su casa, y el mismo viernes llamarme para decirme si no sería mejor pasarlo para el sábado, que ella pensó que yo tenía planes y demás motivos que harían ver que ella lo hizo por pedido mío (cosa que no ocurrió) y que ella hace para “ayudarme”. Obviamente, todo esto, con el consecuente cambio de planes, agenda y suspensión de todos los planes mentales que organicé (aunque solo fuera bañarme y leer un libro en casa tranquila). ¿Será por eso que mi palabra vale tanto? Si digo algo, lo haré aunque me vaya la vida en eso. ¿Será por eso que trato de pedir la menor cantidad posible de favores? Total incluso no pidiéndolos, ella lo hace ver como “grandes” favores.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Todavía me calentas

Pienso en vos y no puedo evitarlo.

Pensarte acostado al lado mío, dándome la espalda. Pienso en tus piernas largas, tu espalda, el calor de tu cuerpo. Pienso en todas las veces que garchamos. Sí, yo digo garchar o coger. No me gusta decir hacer el amor. Suena raro, o muy romántico.

Vos decías hacer el amor. Me acuerdo de una vez que dijiste “extrañaba hacer el amor con vos“ y no pude evitar que los ojos se me llenen de lagrimas. Vos me miraste no sabiendo que hacer y trataste de acostarte a mi lado y dejar el sexo para más tarde. Me tragué las lágrimas y me puse arriba tuyo. Te monte, cabalgue y no pudiste contenerte.

Siempre me sorprendió cómo lo controlabas. Tratabas de que yo acabe antes que vos y eras muy servicial. Además eras dulce, tierno. ¿Cómo no bajar la guardia? Me abrazabas en la cama y dormías siempre abrazándome o girabas para que yo te abrazara. Luego de estar tanto tiempo sola fue un cambio enorme y todo un trabajo confiar y abrirme.

Al principio mis fantansmas aparecían en todos lados. ¿Te acordas? Trataba de controlarlos y dejarte en claro que mis reacciones no tenían que ver con vos, pero tal vez no fue suficiente. También recuerdo la vez que ofreciste hacerme masajes y tu sorpresa cuando te devolví la gentileza. Tal vez eso tendría que haberme dado un indicio de cómo terminarían las cosas.

Te recuerdo en la cama dándome la espalda y dejando que te acaricie la nuca. Doblándote para un lado y otro. Entregado, disfrutando, con un mechón de pelo cubriéndote los ojos. Esa sonrisa. ¡Que sonrisa! Igual lo que mas me gusta de tu cara es una cicatriz que tenes en la mejilla, y que al sonreir se convierte en un hoyuelo.

Claro que hoy, con el diario del lunes, todo tiene sentido. Pero en ese momento no me di cuenta. Hoy también tiene sentido que aquel viernes al llegar a casa, cuando te abracé, sentí la presión que vos hacías con tu cuerpo al abrazarme.

 A veces quisiera no recordar tus frases o palabras. Las veces que me dijiste que te gustaba, que te divertías y que la pasabas muy bien conmigo. Que tenía una mirada muy intensa, que te calentaba o cuanto te gustaban mi rapidez para las respuestas. ¿Qué hago yo con todos esos recuerdos? Quisiera apretar “delete” y borrar todo.

Cada vez que pasas por mi escritorio y me saludas, puedo olerte, sentir tu barba. Solo que ahora no te veo fuera de la oficina para desayunar o cenar. No puedo vestirme “sexy” para vos, no puedo sentarme arriba tuyo y tirarte del pelo al besarte. Ahora no puedo prepararte el café con leche del desayuno mientras me muevo del otro lado de la mesa de la cocina como defensa. Ni prepararte las tostadas con queso y dulce de leche antes de que te vayas a correr. Ahora no recibo tus mensajes de whats app diciéndome que estas abajo esperando que te abra la puerta. Ahora no me pongo en puntas de pie para besarte.

Hoy la sensación que tengo, y que tuve los últimos meses con vos, era que tus reclamos no eran a mi sino a tus exs. Te sorprendía que no me enoje, que te pida que te sientes en el sillón a ver el partido (en vez de obligarte a preparar la picada), me mostrabas pruebas de que tenias puesta ahora la misma camisa que en la cena que habías tenido antes y varias otras cosas que al principio me causaban gracia.

Ahora no me causan gracia. Ahora me dan bronca. Me dan bronca todas esas minas que te hicieron tener guardados todos esos reclamos adentro. Me da bronca no poder disfrutar libremente de habernos encontrado. Me da impotencia. Me da tristeza, pena. Te odio y te quiero. Nunca te lo dije. Nunca te dije que te quería. Me habías dicho que estabas mal y que no estabas para ponerte de novio y traté de no sumarte problemas pero te quería. Creo que ni yo me lo permitía.

Hace poco un amigo me dijo que estaba enamorada y me puse a la defensiva. Le dije que no se si era así y no me acuerdo que más le dije, pero si me acuerdo que me sentí desnuda, vulnerable, expuesta. Él lo veía tan claramente y yo lo negaba como una idiota.

¿Sabes que es lo que me enoja? Me enoja lo que no fue ni será. Me enoja que no lo pudiste disfrutar, que no te pudiste entregar. Tus palabras finales lo confirman: “tengo miedo de salir lastimado, no al final, sino en la relación”. ¿Qué puedo hacer contra eso? ¿Decirte que nunca te lastimaría, que solo te lastimaría de tanto cogérte, que solo quiero besarte y verte sonreír?

Si, se que sueno patética, y tal vez lo sea. Tengo 33 años y creo que es la primera vez que me imagino a futuro con alguien, que bajo la guardia. Y ese alguien hoy no puede.

Escuché al pasar ....

"No es importante cuanto vivas, sino como viviste el tiempo que te tocó vivir"