lunes, 27 de agosto de 2007

Viaje

Después de una noche llena de afecto y cosas compartidas, emprendí el viaje en auto. Viaje que terminaría recién a las 6 de la tarde y luego de muchas vueltas.

Hacia delante solo veía incertidumbre. Un profundo miedo me embargaba y sentía un nudo en la garganta. Quizás por lo desconocido. La experiencia de viajar sola, tal vez.

Apreté contra mi pecho el dinero que había cambiado una semana atrás, mientras fantaseaba con como serían las cosas: la gente, el lugar.

El avión aterrizó y pronto me encontré en un taxi rumbo a mi destino final.

El viento entraba por el pequeño espacio abierto entre la ventanilla y el borde de la puerta. Golpeaba contra mi cara y enredaba mi pelo. Ellas conversaban atrás sobre cosas desconocidas y el murmullo se evaporaba con el calor del ambiente.

El sentimiento era de soledad: estaba acompañaba pero me encontraba sola. Completamente sola con mi alma.

Mientras tanto, aprovechaba e iba descubriendo el paisaje: los colores, las sombras y texturas. Sus olores y sabores. El sol se escondía muy a mi pesar. Podía sentir incluso el olor a sal.

Veía luces a lo lejos y los contornos empezaban a dibujarse. Luces enmarcando la vegetación, los negocios, las siluetas.
A pesar de mi excitación y entusiasmo nada de todo esto delataba aun lo maravilloso y mágico que sería ese lugar.
(Continuará)

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Escuché al pasar ....

"No es importante cuanto vivas, sino como viviste el tiempo que te tocó vivir"