Pero no. No fue esa noche cuando lo conocí a él. Tampoco fue la siguiente ni la otra. Lo conocí durante el día.
Todo comenzó cuando al volver de la playa descubrí que habían dejado en la posada una nota a mi nombre. A la mañana siguiente tenía una cita en la playa: las dos argentinas que había conocido en al avión, me iban a estar esperando.
Así fue como a la mañana siguiente y luego de un desayuno bastante pesado, emprendimos la marcha. Fueron casi 40 minutos de caminata. El agua en nuestros pies y el sol en la espalda. Cómo lo extraño! El calor en la piel y el viento: tibio y suave.
Al llegar, las reconocí casi instantáneamente y después de un cordial saludo buscamos donde acomodarnos. Nuestras lonas sobre la arena y el sol en medio del cielo.
Ahí lo conocí. Recuerdo el momento como si fuera hoy. Había una enorme sombrilla de lona que hacía las veces de tienda. Ahí y con protector en la nariz, vendía bikinis de colores llamativos y de tamaño diminuto.
A primera vista no me sorprendió, es más, ni reparé en el. Pisando el metro ochenta y de melena morocha, tenía la piel bronceada y pasaba las horas entre mujeres que se probaban una y otra vez cada uno de las prendas.
Si había algo que lo caracterizaba, era su sonrisa: amplia, luminosa, casi perfecta.
Todo comenzó cuando al volver de la playa descubrí que habían dejado en la posada una nota a mi nombre. A la mañana siguiente tenía una cita en la playa: las dos argentinas que había conocido en al avión, me iban a estar esperando.
Así fue como a la mañana siguiente y luego de un desayuno bastante pesado, emprendimos la marcha. Fueron casi 40 minutos de caminata. El agua en nuestros pies y el sol en la espalda. Cómo lo extraño! El calor en la piel y el viento: tibio y suave.
Al llegar, las reconocí casi instantáneamente y después de un cordial saludo buscamos donde acomodarnos. Nuestras lonas sobre la arena y el sol en medio del cielo.
Ahí lo conocí. Recuerdo el momento como si fuera hoy. Había una enorme sombrilla de lona que hacía las veces de tienda. Ahí y con protector en la nariz, vendía bikinis de colores llamativos y de tamaño diminuto.
A primera vista no me sorprendió, es más, ni reparé en el. Pisando el metro ochenta y de melena morocha, tenía la piel bronceada y pasaba las horas entre mujeres que se probaban una y otra vez cada uno de las prendas.
Si había algo que lo caracterizaba, era su sonrisa: amplia, luminosa, casi perfecta.
Al partir, esa tarde, nos acompañó hasta la ruta donde tomaríamos el transfer que nos llevaría de regreso a la posada. Mandadas y hasta un poco inconscientes, o por lo menos eso diría mi mama, aceptamos.
2 comentarios:
suena muy cálida la historia
atesorás una bikini en color llamativo de recuerdo?
Náufrago de retira de estas aguas. No sabe navegar entre la fantasía y la realidad. Su frágil y débil balsa no resiste la embestida de estas olas. El sol, la lluvia y los vientos de la insinuación lo pierden en un horizonte sin rumbo. Se va en busca de un mar más calmo…
Publicar un comentario