martes, 24 de abril de 2007

Una mañana de abril

Caminaba apurada hacia la avenida. Allí tomaría el colectivo que me permitiría llegar a la terminal de subte. Me dejaría a varias cuadras de mí destino final, que no viene al caso detallar. Ya me fui por las ramas! Siempre me sucede!

Retomo el relato. ¿Dónde estaba? Sí, ya sé: Caminaba apurada hacia la avenida. Un tanto tarde y llevaba conmigo un gran bolso y un cuaderno que presionaba contra mi pecho.

Hacía frío. La TV había anunciado 9 grados de sensación térmica. Llevaba botas y medias de algodón. El viento frío se filtraba entre mi ropa. Lo sentía deslizarse entre mi saco y el brazo. Los pelos de mi cuerpo se erizaban. Lo sentía.

Por el este se acercaba el. Grande, luminoso. Brillante como pocos. Su calor comenzó a hacerse sentir, a tocarme. Fue realmente grato. Comenzaron a despertarse aquellas partes de mi cuerpo que el frío había adormecido. Mi rostro comenzó a cambiar, al igual que mi postura. Estaba abierta a recibirlo. Sin darme cuenta estaba con los brazos abiertos y los ojos cerrados entregada a el. A su calor.

Buen día Sr. Sol!, dije.

Una señora que pasó a mi lado, resopló y meneando la cabeza tomó distancia. “Esta juventud está perdida!”, debe haber pensado.

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Escuché al pasar ....

"No es importante cuanto vivas, sino como viviste el tiempo que te tocó vivir"