Nuestras miradas se buscaron en la multitud. A decir verdad, no fue así como sucedió, pero la frase trillada fue una tentación. Fui yo quien buscó una excusa para pasar a su lado y luego fingió interés en el comentario que él deslizó.
El llevaba un traje oscuro con una corbata que lo hacia verse irresistible. Fui por una cerveza y el se perdió en la fiesta. Lo busque con la mirada. Lo busque con el cuerpo. Lo encontré. Nos encontramos con una misma intención. Yo llevaba un solero negro y un pantalón al tono. Mis hombros al descubierto al igual que nuestro deseo de saborearnos una vez más. No era la primera vez que un evento forzaba el encuentro que él tanto esquivaba en forma intencional.
Había algo que nos unía, algo que nos atraía. El recuerdo de un amor lejano? La pasión de un amor como pocos? La adrenalina de los vaivenes vividos?
Al mirarnos nos entendimos y fue claro que nos encontraríamos fuera del salón. Me esperaba apoyado a una pared. Me pare frente a él y nos besamos. Tomó el vaso que tenía en mi mano y lo dejó sobre una maceta. La invitación no se hizo desear y mi respuesta tampoco. Fue como si nunca hubiéramos estado separados, como si no hubieran existido 5 años en el medio en que yo hice mi vida y él la suya. Fue como un volver a empezar.
Nos fuimos juntos de la fiesta. Al llegar a su casa, me sentí como en la mía. Todo era tan conocido, tan cotidiano, casi diario. Me sentí muy a gusto. No hubo romanticismo ni mentiras. No hubo música ni brindis. Hubo realidad en su lugar. Besos conocidos, caricias viejas. Dormir en un abrazo de novios, que duró solo esa noche, esas pocas horas que descansamos hasta que el sonar de su teléfono nos despertó.
Caballerosamente me llevó a mi casa y al despedirnos no prometió una salida ni una llamada. Los dos sabíamos que era. Los dos sabíamos como seguía la historia. Los dos. Siempre los dos.
El llevaba un traje oscuro con una corbata que lo hacia verse irresistible. Fui por una cerveza y el se perdió en la fiesta. Lo busque con la mirada. Lo busque con el cuerpo. Lo encontré. Nos encontramos con una misma intención. Yo llevaba un solero negro y un pantalón al tono. Mis hombros al descubierto al igual que nuestro deseo de saborearnos una vez más. No era la primera vez que un evento forzaba el encuentro que él tanto esquivaba en forma intencional.
Había algo que nos unía, algo que nos atraía. El recuerdo de un amor lejano? La pasión de un amor como pocos? La adrenalina de los vaivenes vividos?
Al mirarnos nos entendimos y fue claro que nos encontraríamos fuera del salón. Me esperaba apoyado a una pared. Me pare frente a él y nos besamos. Tomó el vaso que tenía en mi mano y lo dejó sobre una maceta. La invitación no se hizo desear y mi respuesta tampoco. Fue como si nunca hubiéramos estado separados, como si no hubieran existido 5 años en el medio en que yo hice mi vida y él la suya. Fue como un volver a empezar.
Nos fuimos juntos de la fiesta. Al llegar a su casa, me sentí como en la mía. Todo era tan conocido, tan cotidiano, casi diario. Me sentí muy a gusto. No hubo romanticismo ni mentiras. No hubo música ni brindis. Hubo realidad en su lugar. Besos conocidos, caricias viejas. Dormir en un abrazo de novios, que duró solo esa noche, esas pocas horas que descansamos hasta que el sonar de su teléfono nos despertó.
Caballerosamente me llevó a mi casa y al despedirnos no prometió una salida ni una llamada. Los dos sabíamos que era. Los dos sabíamos como seguía la historia. Los dos. Siempre los dos.
4 comentarios:
¡Vaya, vaya! ¡Que relato! Muy visual. Creíble y honesto.
Palabras simples y directas.
Te felicito por la narración.
A la mierda!!!!
Por un momento me re calente...
Me gustó mucho Lulita linda... creativo, figurativo y creible.
COngratulations.
que lindo es encontrarse con un viejo amor y pensar que no nos damos cuenta de cuanto lo extrañabamos hasta que si pasa algo mas que una noche entonces recordas aquello por lo que se terminó y se rompe la ilusión...està bueno lo que pasó pero mejor está que durara solo una noche...
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